Jefes, liderazgo y utopías

Ojalá todo fuera más fácil… No, este no es un texto pesimista, pero a veces hay que bajar a la realidad para quitar las piedras y demás obstáculos. O como diría Julio Mayol, dejar de cavar para salir del agujero. Y sí, vamos a hablar de liderazgo, de gestión y de organizaciones sanitarias.

Si pensamos que solo por regalar un libro de Xavier Marcet (por ejemplo, “Esquivar la mediocridad“) vamos a conseguir que el gerente cambie su forma de gestionar, vamos directos al fracaso. Lo mismo ocurre con los cursos: si un mal jefe va a un curso de habilidades directivas, puede que cambie su forma de gestionar o puede que no. Lo más probable es lo segundo, ya que solemos vivir en un mundo en el que creemos que somos perfectos y los demás son los que deben aprender (estilo Dunning-Kruger), y por ello todo lo que escuchamos/leemos en esos cursos sobre “el líder perfecto” nos suena a nuestra forma de actuar.

Pasa algo parecido con la experiencia. Un jefe que lleva muchos años siendo jefe (a cualquier nivel) no siempre es un buen jefe, ya que la experiencia a veces tiene un efecto contrario al aprendizaje. La inercia, la costumbre, el egoismo o incluso la desconfianza juegan malas pasadas, y conforme pasa el tiempo, el jefe se transforma… a peor. Esto no ocurre siempre, y de hecho, la mayor parte de los jefes crecen y mejoran con el tiempo.

Pero, ¿y si cambia la base de la pirámide? ¿Y si los profesionales de una organización sanitaria reaccionan, se unen e impulsan un cambio cultural para romper las reglas y conseguir un mejor entorno de trabajo? Esto funciona cuando la cultura de la organización lo permite, es decir, culturas abiertas, participativas, adaptativas, de escucha, de inteligencia colectiva… Pero en organizaciones con culturas más cerradas, más arcaicas, más del tipo “capataz” (yo ordeno, tu obedeces), esta reacción de los profesionales de base se acaba apagando por falta de seguidores. O incluso, como ya contamos en esta entrada, esos trabajadores que luchan por innovar, por cambiar la realidad y por transformar la cultura, pueden llegar a ser apartados o aislados por sus propios compañeros.

¿Tiramos la toalla? Nunca… Textos como el que acaba de publicar Nacho Vallejo ayudan a seguir adelante. También ayuda encontrar ideas brillantes en redes (como Twitter, pese a todo), o escuchar a amigos/expertos en el podcast Podium o Ambulancia. Pero la magia sucede también cuando encuentras compañeros a tu lado con las mismas ganas de luchar para mejorar, para cambiar las reglas (el famoso concepto “pro-social rule breaking“) o para esquivar la mediocridad. Y promover locuras como aquel proyecto “Breaking rules for better care

Una pena que se siga sin medir a los jefes por su calidad directiva y solo se tengan en cuenta los indicadores y resultados asistenciales. Claro que estos indicadores son necesarios , pero la otra cara de la moneda también existe, y quizás haya que exigir que los jefes gestionen bien, sean líderes (o lo intenten) y se tomen en serio eso del clima laboral, la seguridad psicológica, el trabajo en equipo o el liderazgo colectivo. Queremos que se valore a los jefes que ponen en marcha proyectos, mejoran los resultados en salud, pero también a los que reducen los niveles de burnout y cuidan a sus profesionales. Nos queda tanto por andar…

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