Cuando haces pop



Hace poco hablamos de la teoría de las ventanas rotas en el ámbito de la gestión sanitaria, que explica el contagio que puede suceder con los comportamientos inapropiados a pequeña escala que poco a poco se van generalizando (desidia, pequeños robos, etc). La conclusión es que los comportamientos poco honestos o dañinos van creciendo y se contagian.


Pues ahora resulta que la teoría no va muy desencaminada con lo que ocurre realmente, según dice la neurociencia. En un artículo publicado por Nature Neuroscience titulado “The brain adapts to dihonesty“, los investigadores indican que las personas cometen en su día a día pequeñas transgresiones al código moral, y que en base a un mecanismo neuronal que han observado, estos pequeños actos van creciendo convirtiéndose en grandes transgresiones de falta de honestidad. 

En un entorno como el actual, en el que ámbitos como el político, el universitario o el financiero, están siendo investigados por la existencia de delitos basados en las transgresiones descritas (contratos adjudicados fraudulentamente, títulos universitarios sin esfuerzo alguno por parte del alumno, etc), la ciencia establece que el peligro es cruzar la línea que límite de la ética.

Gracias a la investigación, realizada con resonancia magnética, se ha observado que cometer uno de estos pequeños actos deshonestos (cruzar la línea) es el principio de una cadena de comportamientos poco éticos (o ilegales). Y no, no estamos hablando del bien y el mal, solo que si lo hacemos una vez, lo más probable es que vamos a repetir, aumentando la escala o el tamaño del acto.

Quizás por eso es tan importante incorporar medidas de control, evaluación o de feedback para que estos actos, inicialmente casi “un juego” no vayan a más.

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