Controlar la obesidad con los impuestos: ¿funciona?

Para los que venimos del mundo de la economía, encontrar temas que unan el comportamiento del consumidor, la fiscalidad y la salud pública, es como si nos tocara el Gordo de la lotería. Un  tema que cumple con esas características, y que ya hemos analizado en el blog, es precisamente el de la prevención de la obesidad a través de los impuestos a las bebidas azucaradas o alimentos ricos en grasas.


En el último número de Gaceta Sanitaria, los editores nos regalan un debate sobre los impuestos y la obesidad (con dos puntos de vista) y una carta a la directora que revisa brevemente algunos de los estudios publicados al respecto.

El primer punto de vista del debate lo firma Joan Quiles, autor del blog “A tu salud” y responsable de la unidad de educación para la salud de la Conselleria de Sanitat de la Generalitat Valenciana. Joan compara el efecto del impuesto en el consumo de bebidas azucaradas con el del tabaco, dado que en este caso se ha observado una reducción importante del consumo y existe un gran paralelismo. Existen otras opcionespara reducir el consumo de bebidas (limitar el acceso y educación para el cambio de hábitos), pero la que puede llevarse a cabo de forma generalizada y bajo mandato legal, es la del incremento de precio vía impuesto.

La relación entre la subida del precio y el consumo de un bien es algo contrastado, aunque hay mucha variación según el tipo de producto. De hecho, en el caso de los alimentos, su efecto suele ser mayor en grupos poblacionales de renta baja. Además, Joan destaca algo que ya vimos en el post que escribimos para analizar la experiencia danesa con este tipo de impuestos: es imprescindible incentivar el consumo de otros alimentos más sanos, como la fruta y las verduras.

Para conocer como puede afectar el citado impuesto, se cita (entre otros) un interesante artículo basado en datos estadounidenses, que se publicó en 2012 en Health Economics.

El segundo punto de vista lo firman Ana María López y Rosa María Ortega, de la Universidad Complutense de Madrid. El exceso de peso tiene un doble origen, bien el seguimiento de una dieta desequilibrada o bien por un estilo de vida sedentario. Si se pone más énfasis en un aspecto alimenticio (como las bebidas azucaradas o las grasas), se está culpando sólo a uno de los dos causantes.

Coinciden con Joan Quiles en que la medida afecta principalmente a las clases menos favorecidas, aunque el hecho de reducir el consumo de bebidas azucaradas no implica que se vaya a desplazar el consumo a otros alimentos más saludables (hay ejemplos de desplazamientos poco saludables a bebidas con más calorías o incluso a alcohol) o que se cambien los hábitos. De hecho, el componente educativo de este tipo de medidas es muy relativo, y es muy difícil promover otros hábitos y mantenerlos en el tiempo sólo con una subida de precio.

Se cita un interesante experimento que combina el descenso de precios en alimentos saludables y el aumento en otros no saludables, y sólo se observa una variación significativa en las compras de los saludables (con la bajada de precio). ¿Y qué medidas alternativas se proponen? Más educación, promoción de consumo de frutas y verduras y promoción de estilos de vida más saludables (ejercicio, por ejemplo), y todo ello mediante campañas que cuenten con la colaboración de la industria alimentaria para evitar problemas y paliar los posibles rechazos a estas campañas.

La carta a la directora sobre este tema la firma David Rojas, del Centre de Recerca de Epidemiología Ambiental (Barcelona). David realiza un breve análisis de la evidencia respecto al impacto de un impuesto sobre bebidas, aunque no es concluyente ya que hay resultados contradictorios. 

Y tras estas referencias de Gaceta Sanitaria, ¿seguimos con los brazos cruzados? Sin duda, hay que hacer algo, pero las cosas no están muy claras. Las medidas educativas y las actividades de promoción de la salud para el cambio de hábitos tienen que competir con la publicidad y el marketing, y hoy por hoy es más fácil “vender” una hamburguesa que un brócoli. Respecto al impuesto, dada la experiencia internacional y tras la retirada del impuesto en Dinamarca, es necesario diseñar el instrumento tributario teniendo en cuenta el consumo de otros bienes, el subsidio a alimentos saludables y la repercusión en la industria alimentaria (con argumentos en contra basados en la destrucción de empleo, como ya ha ocurrido). 

Quizás sea mejor empezar por una reforma de la legislación alimentaria y un programa de información dirigido al ciudadano, basado en experiencias de éxito (nuevas etiquetas, campañas de promoción con tiendas, bares y restaurantes, etc). ¿Y el impuesto? Si no va acompañado de otras medidas, mejor no seguir esa línea…



9 comentarios

  1. Al que le gusta comer mucho lo seguirá haciendo aunque le suban los impuestos a las comidas que engordan. Es como el tabaco, el que fuma paga lo que sea

  2. Buenas tardes
    Estoy en total desacuerdo con la idea de que el exceso de peso de una persona viene o bien del sedentarismo o de seguir una dieta inadecuada. No es así, es muchísimo más complejo pero para no extenderme creo que todos sabemos que hay personas sedentarias delgadas e incluso sedentarias y con dietas desequilibradas en normopeso.
    No tengo ni idea de economía, pero no puedo negar que la idea del impuesto no me gusta nada.
    Creo que son mejores iniciativas como ésta http://www.nyc.gov/html/doh/downloads/pdf/cardio/cardio-salt-nsri-faq.pdf para limitar el contenido en sal de los alimentos procesados, fuente principal del exceso de sodio en la ingesta.
    A mí me resulta mucho más atractiva la idea de limitar tamaños de raciones y contenidos en ingredientes de los alimentos y bebidas procesados, que penalizar con impuestos su consumo. También entiendo que no será fácil para el fabricante, por el posible rechazo del consumidor a alimentos con menos grasa (palatabilidad) o sal, especialmente si no se compensa con glutamato monosódico, como sería desable.
    Blanca Usoz

  3. Para mí sí que es una buena medida el impuesto a las bebidas azucaradas, pero no solamente con eso atajas la obesidad.
    El alcohol tambien tiene buenos impuestos y tambien contribuye a la obesidad con sus calorías vacías…y no parece que la sociedad frene su consumo por el precio.

    Es evidente que sin una educación para la salud, de base, desde la infancia, es mucho más difícil.

    Cambiar la "situacionalidad" es muy complicado, igual que cambiar las tradiciones: almorzar un bocadillo de blanco y negro, con olivas y cerveza…y 3 horas despues comer normalmente.
    Y sino mirar todas las fiestas multitudinarias en que consisten alcohol y comida…

  4. Buenas tardes, personalmente no creo que sea el camino, aumentar el precio de un producto para que no se consuma es restringirlo para quien pueda pagarlo. Como médico creo que debemos educar en salud, informar y dar poder de decisión al paciente, no imponerle algo. Debemos respetar la libertad de decisión, si alguien elige consumir esas bebidas o productos, es su elección. Creo que las políticas de los gobiernos deberían ir encaminadas a educar y fomentar hábitos saludables desde el colegio y crear entornos saludables para facilitar la práctica de actividades deportivas. Ya sabemos la importancia del estilo de vida en nuestra salud.
    Y por supuesto Blanca, creo que gran parte de culpa del exceso de peso si lo tiene el sedentarismo y las dietas inadecuadas, a pesar de que haya otros factores.
    Un saludo, interesante post y debate.
    JM Salas

  5. Dr. Salas, yo también soy médico. Sé lo que es el balance energético, pero la cuestión es : ¿el sedentario lo es porque no quiere, no puede, no tiene medios adecuados para moverse? .Y de igual forma los que comen más cantidad de la que gastan y eligen alimentos de mayor densidad calórica ¿lo hacen porque quieren, no pueden evitarlo, no tienen otros alimentos a su alcance?
    Me quedo con la idea de que el obeso lo es, simplificando, por la conjunción de dos factores, que no son exactamente los que se han dicho aquí sino:
    – la dotación genética que de alguna forma posibilita el sobrepeso (traducida a niveles hormonales, de neurotransmisores etc.)y
    – un ambiente obesiógeno, caracterizado por gran disponibilidad de alimentos y modo de vida sedentario.
    Contra los genes poco podemos hacer, y son ellos los que condicionan que alguien elija consumir esas bebidas y productos. Eso y que en su día a día no pueda hacer otra cosa.
    Siendo prácticos:¿Cómo podemos ayudar a el ama de casa de bajo nivel socioeconómico que da a sus hijos bebidas azucaradas y prepara cuando llega a casa precocinados fritos o similares?
    Mis propuestas: No elevando sus precios con impuestos hasta equipararlos a los no procesados, sino:
    1-Limitando el contenido en sal, azúcar, grasas y otros ingredientes potencialmente nocivos de los alimentos procesados a su alcance y mejorando etiquetado
    2-Enseñándole formas de preparar alimentos fáciles, rápidas, sanas, con pocos ingredientes fácilmente obtenibles y con resultados óptimos. Pido ayuda a los cocineros .
    para lograrlo.
    3- Educando en conocimientos, pero sobre todo en concienciación, motivación , planificación y ejecución. Decir más zapato y menos plato es entrañable pero no funciona.
    4- Con políticas coherentes con los mensajes sanitarios. No vale que el médico diga come fruta y que en las máquinas de vending para media mañana las opciones sean bollería industrial o bollería industrial. Destaco la iniciativa Gosasun http://www.gosasun.net/
    5- Suscribo sin amabages "crear entornos saludables para facilitar la práctica de actividades deportivas" . Y fomentar iniciativas encomiables como http://clubdelpaseo.blogspot.com.es/
    Saludos cordiales
    Blanca Usoz

    • Buenas Noches Blanca, sé que eres médica te sigo en twitter, por eso me sorprendió tu "desacuerdo" sobre la relación entre el sedentarismo, una dieta inadecuada y el sobrepeso. Entiendo que el ambiente obesogénico habla de los factores contextuales que favorecen ese sedentarismo y los malos hábitos alimenticios, pero no los niega, solo lo justifica según tu contexto personal, donde vives, tipo de trabajo, medios de transporte, disponibilidad de alimentos con mayor contenido en grasas y azucáres, nivel socio-cultural, etc y etc.
      Tal vez cometa el pecado de simplificar las cosas y hacer a los pacientes responsables de su situación y sus decisiones, pero creo que tenemos el poder de elegir vivamos en un entorno u otro, algunos lo tendrán más fácil y otros más difícil.
      De todas formas creo que hablamos de algo muy antiguo, que ya lo exponía Lalonde cuando resaltaba la importancia del estilo de vida en los determinantes de la salud, de ahí mi mención acerca de la responsabilidad que tienen los gobiernos para la creación de entornos saludables (ese termino engloba algo más que un espacio físico).
      Bueno, creo que nos vamos a desviar del mensaje de este post de Miguel Ángel Máñez que hacía mención a la utilidad de crear un impuesto.
      Buenas noches, espero que intercambiemos opiniones en cualquier otro momento.
      Un saludo,
      JM Salas

  6. A lo largo de la historia la misma encrucijada entre la permisión, el disfrazado prohibido prohibir, el socorrido derecho a la libre elección, etc. ¿Qué es lo correcto y cuál el ámbito correcto, dónde y cómo utilizarlo?

    Yo, también apuesto por una educación, conocimiento y sentido común, pero claro llegamos a este punto y nos preguntamos ¿Quién pone el límite; quién decide qué vale y qué no, qué elegir, qué es bueno y qué es malo y porqué, etc.? Porque por supuesto habrán quienes eso lo interpreten por una forma de imponer y quienes aún sintiéndose obligados por salud, busquen esos trucos.

    Pues bien, pese a todo, sigo apostando por la información, la formación y la educación, y un firme seguimiento a todos aquellos que, mirando su propio beneficio, juegan con la salud y no ofrecen ningún bien común.

    Pero, esta educación, información y formación, la llevaría a cualquier terreno en esta vida, porque aunque las decisiones y ese derecho a la libre elección sea una cuestión individual, a fin de cuentas, acaba comprometiendo a toda una sociedad, y lo de menos es el coste económico, que también, pero lo más importante sería mirar por una sociedad más sana, en todos los sentidos y aspectos de la vida.

    Sin duda ganaríamos todos, y el futuro se podría contemplar con mayor brillantez.

  7. La mejor forma de controlar la obesidad es teniendo una rutina de ejercicios diario. Si quemas las calorías que consumen diariamente mantendrás un peso ideal. El problema aquí es la falta de disciplina por las personas. Ha esa falta de disciplina para hacer ejercicios diario agrego la falta de una dieta balanceada, el mayor desafío que tiene una peso obesa es cambiar su dieta llena de calorías a una con menos calorías que le favorezca mas a su salud.

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