Un reciente artículo publicado en Gaceta Sanitaria vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de generar y promover hábitos saludables entre la población. En este caso, se trata de un estudio realizado en la Comunidad Valenciana sobre la prescripción de actividad física en diversos centros de salud.
Poco vamos a añadir acerca de la importancia de la actividad física y su impacto en la salud. De hecho, los resultados del estudio son muy claros: “tras la prescripción de actividad física, en solo 3 meses de realizarla de forma continuada, mejoran los indicadores de calidad de vida, percepción de salud y autoestima de las personas participantes, fundamentalmente de las mujeres, que son quienes menos actividad física realizan“. Las actividades prescritas fueron paseos saludables, marcha nórdica y ejercicios de baja intensidad.
Uno de los aspectos que nos llama la atención es el uso de las “recetas” de prescripción de actividad física (receta deportiva). Se trata de un recurso cada vez más utilizado, que por un lado, iguala la importancia de los hábitos con el de las intervenciones farmacológicas, utilizando el mismo documento para ello, pero además permite dar a conocer actividades y espacios en la comunidad (siendo para ello esencial hacer un mapeo de activos previo).
Otro elemento importante tiene que ver con el porcentaje de aceptación de la prescripción de actividad física. la actividad se ofertó a 185 pacientes y aceptó el 44,32%. Entre los que aceptaron, la adherencia a los 3 meses fue del 82,9%. El análisis de ese porcentaje de aceptación es crucial para conseguir un mayor porcentaje de aceptación y difusión de estas actividades. Podríamos hablar de las habilidades de comunicación de los profesionales sanitarios, y de la necesidad de participación de todos ellos (médicos, enfermeras, fisioterapeutas, etc.), pero es necesario ir más allá. La colaboración de las entidades locales (ayuntamientos y asociaciones, principalmente) es clave para mejorar la aceptación: difundiendo la actividad y mejorando la accesibilidad (por ejemplo, la financiación de actividades o la creación de zonas de paseo como las conocidas “rutas del colesterol“).
Los propios autores plantean en el texto este tema: “No hemos encontrado otros artículos que describan cómo se ponen en marcha estos programas, si se pagan desde los servicios sanitarios o los ayuntamientos, o si cada participante se lo costea. En este estudio, todos los activos eran gratuitos y esto hace que el acceso sea universal y contribuye a la reducción de las desigualdades“. La colaboración de todas las partes es la herramienta más adecuada para mejorar y, sobre todo, generalizar estas actividades. Además, es necesario analizar las barreras existentes que no permiten participar (económicas, de tiempo, de apoyo, etc) para así poder reducir su impacto.
Ah, y antes de acabar, un pequeño comentario final. Este tipo de actividades tienen un impacto en la salud de la población a medio y largo plazo, y por ello es difícil integrar estas medidas en acuerdos de gestión centrados en objetivos anuales (y quizás por eso muchas veces estas medidas se diluyen entre otras más clásicas). Poco a poco la salud comunitaria va ganando terreno, pero aún falta mucho por hacer, y la puesta en marcha de iniciativas a nivel área de salud, coordinadas y con el apoyo de instituciones y demás, puede ser un factor decisivo para su difusión y para conseguir una mayor adherencia. En definitiva, se trata de un proyecto multifactorial, y más allá de la prescripción y la comunicación inicial, hay mucho.
Referencia:
Martín-Doménech, A., Peiró-Pérez, R., Esplugues, A., Castán, S., Legaz-Sánchez, E., & Pérez-Sanz, E. (2020). Valoración de un programa piloto de prescripción de actividad física en atención primaria en la Comunitat Valenciana. Gaceta Sanitaria.
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