La utilidad de los checklist





Si hablamos de checklist, muchos pensarán en Atul Gawande, el autor del famoso libro El efecto checklist. Sin embargo, su aplicación en el campo sanitario se debe principalmente al trabajo de Peter Pronovost, médico y profesor en la John Hopkins University School of Medicine. Su primer artículo, el que asoció el fenómeno checklist con las infecciones por cateter en la UCI se publicó en 2004 en Critical Care Medicine, estudiando diversas iniciativas de reducción de dichas infecciones en un solo centro. Posteriormente, en 2006 se publicaron los resultados de una intervención en 103 UCI’s en el programa Michigan Keystone ICU que demostraron una reducción importante en las tasas de infección.


Tras aquellas intervenciones, y después de bastantes publicaciones sobre el uso de checklist (el quirúrgico, el de las UCI, etc), casi podríamos decir que es una de las herramientas de mejora más usadas en la actualidad. Apoyada por programas globales, el traslado del checklist desde la aviación hasta el mundo sanitario ha sido casi una moda en estos años.

Sin embargo, ¿son los checklist la solución definitiva para mejorar los procesos? ¿su implantación es suficiente para mejorar de forma directa? Lógicamente, no. En un artículo publicado en 2009 en The Lancet (“Reality check for checklists“), se analiza el papel de los checklists en el mundo sanitario de un modo algo crítico, y eso que uno de los firmantes es el propio Pronovost.


Los checklist son una gran herramienta para el seguimiento de tareas claras y estandarizadas, ayudan a reducir la variabilidad en procesos concretos y permiten mejorar la parte técnica de las tareas. Pero muchas veces, creemos que los problemas asistenciales se pueden solucionar con herramientas técnicas y no siempre es así.


Tal y como señala el texto: “The mistake of the “simple checklist” story is in the
assumption that a technical solution (checklists) can solve
an adaptive (sociocultural) problem
“, esto es, muchos de los errores que se producen tiene su origen en problemas derivados de la cultura, del trabajo en equipo y de la cultura de la organización. Sin atacar esos problemas, los checklist o listas de comprobación tendrán el mismo futuro que las guías de práctica y los protocolos, es decir, acabarán en una estantería o sólo se utilizarán para fundamentar ante el juez alguna decisión concreta. De hecho, siguen apareciendo múltiples problemas en su implantación.



El artículo recuerda el programa Keystone y habla de trabajo en equipo, de creación de redes de profesionales interesados en la mejora, de liderazgo y también de listas de comprobación (por supuesto). De hecho, los checklist no son las herramientas que más ayudan en la reducción de riesgos, y la clave de su verdadero éxito es que vayan acompañadas de otras medidas, de un trabajo exhaustivo de aprendizaje, de trabajo en equipo, etc. Si queremos efectos mágicos, no podemos confiar exclusivamente en este tipo de herramientas.

Para acabar, vamos a robar al artículo su frase final, que realmente lo dice todo:

The answer to the question of
what a simple checklist can achieve is: on its own, not much.




Nota: si queréis saber algo más de seguridad del paciente, os recomendamos la lectura de los blogs Sano y Salvo y Cuadernillo d@ Enfermeir@. Ellos si que saben.

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