¿Mejorar tus habilidades directivas para ser mejor jefe? A por ello… Después de unos cuantos años leyendo las obras maestras sobre gestión, management y liderazgo así como los blogs punteros en la materia. Tras escuchar las charlas y vídeos de los expertos, además de asistir a congresos, jornadas y cursos. Una vez acabado el máster o programa especializado en la universidad X o en la escuela de negocios Z. O incluso tras hablar con algún coach o tener un mentor o lo que sea.
Después de todo eso, llega la cruda realidad. Y te hace un zasca con mayúsculas. Nadie te preparó para lidiar con los dos jefes de servicio que no se hablan, no se coordinan y tienen más contactos en las alturas que tu agenda del móvil. Tampoco te formaron para saber qué hacer con los intocables: “ya sabemos que este jefe apenas aporta a la organización y además es tóxico para su equipo, pero no se puede hacer hacer nada“.
Te has formado para gestionar el cambio, para buscar las palancas que ayudan a mover el mundo y esquivar las barreras que puedan surgir. Pero las barreras son infinitas. Las estructuras y las relaciones en cada organización tienen una base legal que dificulta muchas medidas: hay grupos de poder hay normas internas, hay muchos vistos buenos de la parte alta de la jerarquía, etc. La agilidad y la flexibilidad en las organizaciones son cualidades necesarias, pero son utópicas: es muy difícil encontrarlas de forma generalizada (sí de forma aislada).
Tras décadas sin poner en marcha una política (real) de recursos humanos (o de personas) a largo plazo, es muy difícil hablar de motivación, de gestión del talento o de expectativas. Recuperar la pasión en los equipos implica tener las ideas claras, entender el contexto, hablar y escuchar, aplicar todas las herramientas que existan y trazar un plan (aunque sea pequeñito y en un solo servicio/unidad). También hace falta un jefe que quiera mojarse un poco, que tenga su toque rebelde (sin llegar a lo radical) y que sepa comunicar y convencer (no solo a su equipo, también a los jefazos de arriba). Ah y deja de leer sobre la felicidad en el trabajo, quizás sea el camino equivocado.
Te lanzaste a mejorar los procesos, y pese a conocer sus puntos débiles y la forma de mejorarlos, nadie te avisó que lo más complejo de un proceso son las personas: impredecibles, subjetivas pero necesarias. Te enseñaron a planificar y a diseñar estrategias, pero la implementación y ese factor X que tanto comenta Javier Recuenco impidieron muchos cambios sencillos.
Entonces, ¿todo lo que has leído o aprendido no sirve para nada? Al contrario, te va a ser muy útil, pero debes tener en cuenta que la adaptación a la realidad de tantas metodologías, conceptos, teorías y modelos requiere de algunas consideraciones. Estas las hemos extraído de conversaciones, batallitas y mucha realidad:
– Ningún método es perfecto. Así que no te obsesiones con aplicar Lean o VBH o cualquier otro. Elige de cada método lo que más se adapte a tu realidad o lo que más impacto pueda tener en tu entorno. Cuando el método es más importante que el resultado, mal vamos.
– Ten cuidado con las buenas prácticas. Si en el Hospital B ha funcionado muy bien un cambio en las urgencias para mejorar el tiempo de atención al paciente, puede que en tu hospital sea un fracaso. Las buenas prácticas son muy útiles para entender los procesos de cambio, pero debes adaptarlas a tu realidad para evitar fracasos.
– Cuidado con plantearse objetivos demasiado ambiciosos. “Cambiar la cultura de una organización” puede costar años, así que busca otras metas más sencillas.
– Involucra a los pacientes. ¿No sabes cómo hacerlo? Aquí tienes varias guías prácticas para dar el salto a la participación ciudadana en la gestión sanitaria.
– Cambiar y resolver problemas implica tomar decisiones, muchas de ellas difíciles y duras. Con miedo no se cambia, solo se disfraza el problema.
– Las palabras son esenciales, pero sin acción no consiguen nada. Incorporar palabras como “innovación”, “cambio”, “disruptivo” o “valor” a tu día a día, solo sirve para que todos sepan que vas a congresos y que lees artículos de Harvard Business Review. La cuestión es plantearse cómo incorporar esos conceptos a la estrategia, a los procesos, a tu estilo de liderazgo.
– Sabes muchísimo de teorías y métodos pero seguramente sabes poco de tu organización. La escucha activa es algo imprescindible. Pon todos los medios posibles para evitar los silencios en la organización: la seguridad psicológica es muy importante para conseguir que el cambio implique impacto.
– No pretendas ser el protagonista de todo lo que pasa en tu organización. Los marrones deben ser para ti pero los premios y las medallas deberían ser colectivos. Busca agentes del cambio que sean capaces de liderar proyectos. Además, quién sabe: igual tu proyecto de cambio no entusiasma a nadie.
– Asume que vas a ser el raro, y eso no gusta a todo el mundo. Ah, y no te dejes llevar por el brillo de la última metodología de moda.
– Y pese a todo, sigue aprendiendo, compartiendo, leyendo, colaborando, etc.
Nota: sobre el factor X y la importancia de las personas en los procesos y los proyectos, te recomendamos “Fiasco total: Woodstock 99“, una docuserie de 3 capítulos que puedes ver en Netflix.