Hemos hablado muchas veces del silencio en las organizaciones. Puertas cerradas, miedo, bajo nivel de seguridad psicológica en los equipos, cultura organizacional que castigan a los empleados que levantan la mano para hablar, etc. Sin embargo, a veces las cosas no son lo que parecen.
La mayoría de los estudios sobre la voz en las organizaciones avalan el impacto que tiene a la hora de mejorar aspectos como la calidad y la seguridad del paciente, ya que la visión de los profesionales es esencial para detectar riesgos y oportunidades de mejora. Sin embargo, hay dos elementos clave relacionados con la voz que no se pueden dejar de lado: el silencio (los profesionales no hablan) y la sordera (la organización no actúa ni escucha).
Uno de los principales desencadenantes de ese silencio es el miedo, ya que los profesionales pueden sentirse amenazados tanto por la reacción de sus compañeros como por la reacción de sus superiores. Pero hay más…
La revista Journal of Health Organization and Management ha publicado el artículo “I feel I have no voice: hospital doctors’ workplace silence in Ireland“ y los resultados son muy llamativos. Eso sí, antes de seguir, que quede claro que son resultados de un estudio realizado en Irlanda, y extrapolar los resultados no tendría mucho sentido. Pero al menos estos resultados sirven para reflexionar.
Además de ese silencio por miedo, en este estudio se detectó un silencio motivado por la apatía. Cuando no se detectan posibilidades de cambio y se percibe que la organización es sorda y no tiene en cuenta las sugerencias de los empleados, se genera una apatía (“da igual lo que diga o haga porque no van a hacer nada“). Es decir, no hay miedo a hablar, pero el profesional entiende que hacerlo es un esfuerzo inútil.
Y lo peor de la apatía es que conduce a la inercia.