Raro es el día en el que no oímos hablar de innovación y creatividad en el ámbito asistencial. Tenemos unidades de innovación para canalizar las ideas y poner en marcha mejoras y proyectos, hay jornadas de innovación y creatividad, incluso hay redes centradas en el intercambio de ideas y experiencias innovadoras.
Hablemos claro. La innovación es esencial, guste o no. Mejorar servicios y procesos, adaptar la organización a nuevos retos, recoger ideas de los profesionales, romper la costumbre y evitar el “siempre se ha hecho así” son ejemplos de su utilidad. Nadie lo discutirá. Pero, ¿tiene la innovación un lado oscuro?
Hace unas semanas se publicaba en la revista Organizational Behavior and Human Decision Processes un artículo titulado “The dark side of creativity: Coworker envy and ostracism as a response to employee creativity“. Los autores llevaron a cabo un estudio en el sector de la tecnología en China y sus conclusiones fueron muy llamativas:
+ Los empleados que participan en las iniciativas de innovación y creatividad en sus organizaciones pueden llegar a sufrir envidia y ostracismo (ser apartados por sus compañeros).
+ Existe un proceso de comparación social. Los profesionales que no participan en las actividades de innovación se comparan y pueden acabar separándose de sus compañeros al temer perder su posición de poder.
+ Dado que la innovación suele estar promovida por la alta dirección, ¿participar en estas iniciativas puede ser relacionado con el “peloteo”?
Y no solo esto, tal y como recuerdan en este artículo, hay otros factores que no promueven el desarrollo de las ideas creativas. Desde ideas de algún empleado que pueden cambiar radicalmente la forma de trabajar de toda la organización (y por ello, puede generar obstáculos, mal ambiente, etc. por el cambio disruptivo que puede ocasionar) hasta el miedo de autorizar o poner en marcha ideas aparentemente brillantes pero que acaban siendo erróneas. La costumbre acaba pesando mucho.
¿Y cómo podemos esquivar estos efectos negativos? El cambio cultural para generar una cultura de innovación, en la que no se vea como algo “extra” sino como un elemento clave en la organización, puede reducir este efecto negativo. Además, es necesario incorporar en las evaluaciones de proyectos de innovación esos efectos no deseables para así tenerlos en cuenta y reducir su posible impacto.