Hoy vamos a hablar de liderazgo y COVID-19, o más en general, de liderazgo en situaciones de crisis. Si queréis tener una visión general sobre el tema, os recomendamos el especial que ha preparado la revista Harvard Business Review en su web. También es un buen momento para releer a los clásicos como el mítico Leading Change de Kotter.
Revisando todo lo publicado sobre liderazgo y crisis, hay un concepto que nos llama mucho la atención: la confianza y el espíritu positivo. Esto no quiere decir que haya que mentir o camuflar la verdad, pero el líder no debe tirar la toalla, o acabar en el caos de la desesperanza y la desilusión. Las palabras y las acciones optimistas generan confianza dentro del equipo, y muchas veces, el simple hecho de ver al líder/jefe tirando la toalla nos lleva a perder la esperanza.
¿Y cómo se construye esto? ¿Es posible huir o esquivar el liderazgo autodestructivo en situaciones de crisis? Los primeros pasos son muy conocidos: comunicar de forma clara, pensar en lo inesperado, resolver lo de hoy y planificar lo de mañana (se tiende a olvidar esto último), analizar los datos y pensar en todos los posibles escenarios. Pero además, el líder debe tener un plan, buscar soluciones no binarias (que vayan más allá del sí/no), escuchar la opinión del equipo y tener claras las prioridades (por ejemplo, la seguridad del profesional y la atención al paciente). En este artículo de Gartner comentan algunas de estas iniciativas.
Nos gusta mucho como lo cuentan en este texto de McKinsey, con dos conceptos esenciales: la calma deliberada y el optimismo limitado. El primer concepto se refiere a la necesidad de eliminar la presión externa o interna en el momento de tomar decisiones y marcar el rumbo del equipo o la organización. El segundo concepto propone incorporar una mezcla entre confianza y realismo, esto es, aceptar la incertidumbre de la crisis pero proponer y adoptar medidas que consigan que la organización avance. El exceso de confianza del líder/jefe solo genera pérdida de credibilidad (optimismo extremo que nadie se cree). En el otro extremo, un líder/jefe que no es capaz de liderar, que tira la toalla o que se esconde, acaba transmitiendo desesperanza y miedo.
Ah, y no olvidemos que en situaciones como la actual puede ocurrir algo muy importante: que los equipos sean mucho mejores que sus líderes/jefes. Aunque el jefe tire la toalla y abandone el timón, los profesionales son capaces de asumir esa función sin ningún problema, como ocurre actualmente en más de una organización sanitaria. Un claro ejemplo de que el liderazgo colectivo funciona, y de que los equipos en el ámbito sanitario son capaces de todo… con o sin líder/jefe.
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