¿Quien aconseja a los que deciden?


Las dudas en la configuración del sistema nacional de salud en las últimas décadas, los giros bruscos, el rumbo cambiante en temas tan diversos como política farmacéutica, salud pública, etc. nos llevan a pensar que los estrategas no tienen las cosas muy claras. Aunque claro, en estos casos, ¿la responsabilidad es del máximo responsable? ¿de su equipo? ¿quien aconseja al que decide?

Lo habitual es que el equipo de asesores que rodea al responsable en cuestión (sea ministro o consejero) le ayude a desarrollar la estrategia en cuanto a la prestación de servicios sanitarios y todo lo relacionado con la salud. Sin embargo, ¿todas las ideas nacen en el equipo más cercano? ¿no hay ideas externas?

Empezamos por las empresas especializadas. En los últimos años hemos asistido a una cierta configuración de la política sanitaria basada en las consultoras. Un buen ejemplo ha sido el altísimo número de informes para la mejora de la sostenibilidad del sistema (y similares), pero además muchos servicios de salud han recurrido a los servicios de asistencia técnica de este tipo de empresas con mayor o menor precisión. Aunque claro, generalmente la definición básica debe partir de algún sitio, no de la propia consultora. ¿Entonces?

¿Y las presiones externas? Generalmente ciertas decisiones se toman en base a las “propuestas” de los medios de comunicación, organizaciones sindicales, asociaciones vecinales (o similares), ayuntamientos, etc. Sin embargo, ¿están todas las propuestas basadas en la evidencia? Lógicamente no siempre, y es que los resultados de la investigación no suelen llegar a la estrategia de alto nivel por estos medios, ya que la evidencia no siempre es buena amiga de lo justo, lo ético o lo necesario. 

Para incluir los resultados de las investigaciones a la política sanitaria, lo primero es que los equipos de asesores no se dejen llevar por la presión externa. Sin embargo, es difícil y es que ante los medios y ante los votantes, la opinión de la prensa es casi más importante que lo que digan las revistas o estudios. ¿Cómo se consigue el equilibrio? ¿Es posible basar todas las decisiones en la eficiencia? ¿Y la parte ética o social del sistema sanitario? Cuando un municipio entero pide un centro de salud y los ratios habituales señalan que no es necesario porque hay uno muy próximo y sería “tirar el dinero”, ¿entonces que hacemos?

La vida es mucho más compleja de lo que parece (y de lo que enseñan los libros).

3 comentarios

  1. Yo creo que aquí hay una división clara entre los puestos técnicos (que saben de evidencias) y los cargos políticos (que saben de opinión pública).
    Es evidente que las decisiones se toman desde la política, con todos los flashes e ingredientes de los grupos de presión, que tratan de arrimar la evidencia a su sardina.
    ¿Gestión basada en la evidencia? Pues es un estupendo juego mental, pero intrinsecamente un contrasentido.
    Eso si, exijamos que las decisiones no se basen sólo en el cortoplacismo y la complacencia a quien presiona mas fuerte.
    ¿El papel del ciudadano? Organizarse y presionar también.
    Otra cosa el la alta política. Aquí las decisiones sobre política sanitaria si son un misterio. Supongo que funciona con las mismas presiones y vasallajes, pero a otra escala. Si no es así, no se entienden cosas como seguir aumentando el gasto hospitalario y adelgazando la atención Primaria.
    ¿Estará la Merkel detrás?

  2. Pero los "técnicos" suelen estar de acuerdo en sus prescripciones y opiniones? Cuando se deja en manos de los presuntos técnicos las decisiones, ¿toman todos las mismas? ¿Las tioman siempre basándose en la evidencia?

    Creo que esa división entre técnicos y políticos, como tantas otras divisiones, es artificial y falsa. Todo técnico tiene su influencia, incluso económica, y no todo político tiene un lobby detrás.

    Pero leemos a tantos "puros" despotricar… Yo nunca tiraría la primera piedra a un político. A un técnico tampoco…

  3. Yo creo que lo ideal es basarse en la evidencia. Sí, no siempre gusta a todo el mundo, pero se supone que la inmensa cantidad de datos que podemos analizar para tener evidencias sólidas deben pasar por un tamiz de qué es más prioritario, qué es más ético y qué es de pleno inaceptable por muy fantástico que parezca según la estadística.

    Lamentablemente, son los responsables políticos los que van orquestando las cosas, y no siempre hacen caso de la evidencia, sino de si gusta o no gusta; y yo creo que un estado no debe regirse solo por eso, porque lo que gusta puede ser un pasaporte hacia la ruina (véanse las hipotecas basura que inflaron nuestra burbuja; gustan, pero analizadas friamente eran una estupidez económica).

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