Esta vez la entrada va a ser una especie de revoltijo (o “hodgepodge”, como dicen los ingleses), aunque al final todo tiene que ver con lo mismo, o casi con lo único. Y, aunque hablemos de COVID-19, no vamos a remover el pasado (al más puro estilo del capitán A Posteriori) ni tenemos la intención de reconstruir el futuro (todavía).
Ha sido una semana de pensar mucho en el tema de los respiradores y los EPIs y en la necesidad de asignar adecuadamente los escasos recursos en un entorno tan dramático (muchos pacientes, oferta limitada). Hemos leído mucho sobre los makers que están construyendo pseudo-respiradores, sobre el uso de las gafas de bucear del decathlon y sobre las viseras o pantallas con acetatos para paliar la escasez de mascarillas. Todo lo que hemos encontrado sobre makers lo podéis escuchar en el último episodio de Conectando Puntos, que trata precisamente de ese tema. Ah, y no te pierdas lo que explica Pau Matalap sobre los respiradores “alternativos” a partir del minuto 22.
Pero si somos sinceros, hay dos artículos breves publicados en el New England Journal of Medicine que nos han hecho reflexionar mucho. Los compartimos el pasado miércoles en el canal de Telegram sobre gestión sanitaria y hemos recibido varios comentarios muy interesantes sobre su contenido. Sus títulos son muy llamativos: “Fair Allocation of Scarce Medical Resources in the Time of Covid-19” y “The Toughest Triage — Allocating Ventilators in a Pandemic“. Los autores reflexionan sobre el grave problema que supone tener más pacientes susceptibles de respiración mecánica que equipos y proponen hacer un análisis ético de esta situación. Además, en JAMA también publican un artículo en la misma línea.
Por un lado, hemos conocido la existencia en Estados Unidos de un sistema de almacenes de emergencia llamado Strategic National Stockpile, que incluye medicamentos, tecnología sanitaria, equipos de protección, etc. Por ejemplo, según cuentan en un estudio, tiene almacenados casi 9000 respiradores. Algunos centros sanitarios en Estados Unidos decidieron hace unos años elaborar un marco estratégico sobre el tema de la escasez de respiradores y elaborar guías para el uso ético de respiradores en casos de pandemia, como la guía del departamento de salud de Nueva York o la guía de consideraciones éticas que elaboró en 2011 el CDC. En nuestro entorno, la SEMICYUC ha editado una guía de recomendaciones éticas en la toma de decisiones durante la pandemia COVID-19.
En cuanto a los aspectos éticos para la asignación de equipos y de servicios sanitarios, uno de los textos del NEJM incluye una tabla muy interesante, con valores tan necesarios como la equidad, la igualdad y el valor (maximizar el beneficio que se obtiene). No podemos dejar de lado el gran dilema de la visión individual (poner nombre y apellidos a cada persona) frente a la visión colectiva (decisiones y resultados pensando en la población), y en momentos de “crisis”, aunque la decisión parece evidente, no deja de ser difícil de tomar.
En nuestro entorno, la ética ha acompañado todas las decisiones, tanto individuales como organizativas, en los niveles asistenciales y políticos (o eso creemos). Pero la lectura de estos artículos y la recopilación de alternativas a los EPIs (ojo con esta lectura sobre reutilización de mascarillas que han publicado en Coronapedia) y a los respiradores nos ha hecho preguntarnos muchas cosas. Eso sí, tenemos muy claro que los profesionales necesitan equipos de protección en condiciones, y no arreglos artesanales (que funcionan, más o menos, pero no son igual de seguros y efectivos). Idem con los pacientes y los equipos… Pero en épocas de escasez y crisis, todo vale. O casi todo.
Ah, y por si no sabes quien es el mítico capitán A Posteriori, aquí tienes un vídeo para acabar la lectura de este post con una lectura. Eso sí, cuando acabe todo esto, tenemos mucho que hablar, y que hacer.