Mira la etiqueta para comer mejor


Hemos hablado en otras ocasiones de marketing orientado a mejora de hábitos de alimentación, con medidas como el etiquetado, tanto e supermercados como en establecimientos de comida rápida. Una muy habitual en muchos países es el etiquetado nutricional, es decir, incluir el desglose de características nutricionales del producto en cuestión en la etiqueta. 

Sin embargo, los efectos de estas medidas son de baja intensidad, y las reducciones en el consumo son muy pequeñas. El principal problema observado es la dificultad para muchos consumidores a la hora de interpretar y entender la etiqueta y los datos que incluye.

Una alternativa cada vez más utilizada es el etiquetado PACE (physical activity calorie equivalent) que muestra la actividad física necesaria para quemar las calorías ingeridas con ese producto. Os dejamos a continuación una imagen a modo de ejemplo:

Aunque algunos estudios no respaldan la efectividad de esta medida frente a la información calórica habitual, recientemente se ha publicado una revisión sistemática en la revista Journal of Epidemiology and Community Health que concluye afirmando que el etiquetado PÂCE ayuda a reducir las calorías consumidas. Esta estrategia se apoya en la simplicidad a la hora de entender el etiquetado y lo sencillo de su comparación: quemar una pizza implica caminar 4 horas y quemar una ensalada son 20 minutos.

Por cierto, el artículo que citamos así como los titulares de prensa que se han publicado, han sido comentados por el NHS en su sección Behind the Headlines. Su conclusión es muy clara: “While PACE labelling might be an extra tool to help people consider making better food choices, it’s not the full answer to a healthy diet and is unlikely to singlehandedly tackle the UK’s obesity epidemic“.

Es esencial recordar que el cambio de hábitos requiere de políticas y medidas multimodales desde diferentes perspectivas. Un buen ejemplo es el uso de diferentes escalas como las descritas en la “intervention ladder“, que muestra los diferentes niveles de intervención para promover hábitos saludables que van desde la simple recopilación de información o la formación hasta la restricción o eliminación de la elección más perjudicial. 


Y como recomendaciones para entender las etiquetas y comer mejor, nada como leer a expertos como Marian García (con su reciente libro “El jamón de york no existe“), José Manuel López Nicolás (“Un científico en el supermercado“) o Aitor Sánchez (“Mi dieta ya no cojea“).

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