Alfonso Guerra, en su época de dirigente socialista, pronunció una frase que casi resume esta entrada: “El que se mueve no sale en la foto“. En otras palabras, la desobediencia, no seguir las reglas o abrir nuevos caminos eran hechos que tenían un precio muy caro.
En la actualidad, muchos autores promueven la desobediencia controlada como factor de éxito en las organizaciones. Desde una premisa así, Risto Mejide lanzó su obra Annoyomics que invitaba a molestar a los demás buscando el lado crítico que todos tenemos. También Santi Garcia, en su blog, habla de desobediencia, entendida como “la voluntad decidida de cuestionar y no acatar esas normas que existen en todas las organizaciones y que no tienen sentido o incluso son perjudiciales para el conjunto de la organización, en la medida que limitan su capacidad para responder con agilidad y eficacia a los desafíos con que se enfrenta“.
Pero, ¿sale rentable ser desobediente en una organización sanitaria tradicional? ¿Están los líderes, jefes, directivos y políticos preparados para un entorno de profesionales que cuestionan las normas? La desobediencia inteligente (o controlada) y el inconformismo deberían ser los motores de nuestros hospitales, buscando darle la vuelta a los procesos, las estructuras, la distribución de poder, etc. Pero siempre con la perspectiva de mejora colectiva y no pensando exclusivamente en el beneficio personal (aunque es obvio merece la pena aclararlo).
Sin embargo, en un entorno tan jerárquico y con una rancia distribución de poder anclada en el pasado, es difícil que el desobediente tenga éxito. En el NHS buscaban ese espíritu crítico en la escuela de radicales sanitarios que lanzaron, un gesto desde la propia organización para que el profesional se de cuenta que hablar, cuestionar, participar, preguntar y proponer son verbos de máxima actualidad. Sin embargo, en algunas organizaciones sanitarias el profesional dócil sigue teniendo siempre más puntos, y más aún cuando la endogamía sigue campando a sus anchas.
Y volvemos a lo de siempre: miedo, querer que todo siga igual, mantener privilegios, evitar problemas, etc. Un clásico de la gestión…
Coincidimos y citando al mismo 😉 http://rafabravo.wordpress.com/2010/10/31/5710/
concursos de traslados internos, fechas de vacaciones, días libres, participación en estudios/publicaciones…las represalias despues son variopintas y cobardes.
O los procedimientos de mejora van desde arriba hacia abajo y con revisiones independientes…el propio sistema permite la radicalización… o el tema cae indefectiblemente en la personalidad/valentía/contexto/independencia de cada uno.
Es necesaria una revolución social, ya! no sabemos cuando va a llegar. No nos va avisar…
Aunque para ello hemos de continuar trabajando cada uno lo mejor que sepa; escuchar, entender, cuestionar, participar, proponer son verbos de máxima actualidad que tenemos que poner cada uno de nosotros en práctica a diario.
A todos los de arriba ya les funciona así, puesto que nadie dimite y si hay un problema utilizan la puerta giratoria. Para los que estamos en primera línea la visión es otra. Ésta es la que nos conduce a la revolución social.
En algunos casos la contestación y la rebeldia puede costar muy caro , se puede entender las reticencias individuales sobre todo en un ambiente de extrema precariedad laboral. No es el caso de gran parte de los trabajadores de la sanidad pública sobre todo "profesionales sanitarios" los cuales , a diferencia de nuestros pares en otros sistemas públicos gozamos del privilegio del blindaje de nuestro puesto de trabajo como funcionarios o personal estatutario. Se entiende menos el silencio en estos casos sino hay corporatirismo o connivencia institucional ( lo relatado del sistema sovietico , yo hago como que trabajo , tu haces como que me pagas….). No olvidemos como ha acabado el PSOE tras tantos años de silencio complice, para entrever nuestro futuro como profesionales y usuarios del SNS.
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Tenemos la suerte de estar en éste momento de cambio.
La desobediencia inteligente es la manera de concienciar a nuestros superiores y a los políticos de las realidades laborales y sociales.
Tirar ese cable a la clase política para que se les caiga esa venda del miedo.
Tenemos la necesidad de hacernos entender porque buscamos una mejora colectiva. Es preciso para éste cambio el compromiso personal para hacer un buen trabajo. Vivir con pasión nuestro trabajo igual que otras facetas de nuestra vida.
Y así evitaremos caer en ése profesional dócil que puede falsear datos para conseguir objetivos individuales en detrimento de la salud del paciente y la salud pública.
No interesa la critica inteligente, interesa la obediencia de los mediocres.
No se te olvide que aquí en twitter, el que va por libre y no es es pelota, también está perseguido. Un saludo
Muy perseguido