El mejor hospital (por cierto, hay nueva clasificación basada exclusivamente en una encuesta a profesionales ¡viva el rigor!)… El mejor servicio de cirugía… El mejor centro de salud (esto menos, que la atención primaria no llama tanto la atención)… Nos encanta simplificar la realidad con indicadores y nos gusta aún más señalar a los mejores, sea con rigor o sin él. pero esto no solo pasa a nivel local, ya que los ránking mundiales sobre los servicios de salud también son habituales.
Desde la propia OMS, con su informe sobre desempeño de los sistemas de salud, o el reciente panel de expertos que llevó a cabo The New York Times, pasando por el índice de calidad y acceso que publicó recientemente The Lancet. Pero la duda es la clásica: ¿cual de estas clasificaciones es la correcta? ¿Qué indicador nos puede llevar a conocer el país con un mejor sistema sanitario? Pues depende de mil factores.
Según la medida o indicador que vayamos a utilizar, así será la clasificación que obtendremos. Por un lado tenemos indicadores puros de resultados en salud, desde esperanza de vida, mortalidad por determinadas patologías, mortalidad infantil, etc. En este caso, si vamos a medir el desempeño de un sistema sanitario en sentido estricto, es necesario tener en cuenta que el impacto del sistema sanitario en la salud de la población es limitado por lo que indicadores como la esperanza de vida no son válidos. Sin embargo, no podemos negar algo evidente: el sistema sanitario tiene como objetivo último la mejora de la salud, así que podría resultar lógico medir indicadores de este tipo. pero hay otras formas mejores. Javier Padilla lo explica muy bien en esta entrada.
La eficiencia siempre está presente, y de hecho puede sonar bien que un sistema de salud excelente sea el que mejor utiliza el dinero que tiene. El problema es encontrar indicadores que no discriminen a algunos países, y además en muchos casos el nivel de gasto sanitario tiene que ver con una situación estructural como es el tipo de sistema sanitario existente. No olvidemos que muchos cambios a nivel macro no se consiguen en un año, ni en dos. Además, tal y como cuentan en este artículo publicado por Health Affairs, no es tan importante cuanto dinero vamos a gastar sino como vamos a gastarlo.
Otros indicadores que se suelen utilizar son los de calidad, acceso, equidad, etc. Mortalidad, demoras, morbilidad, derechos de los pacientes o incluso tasas de infecciones, recursos, camas, ratios de profesionales, etc. Y como siempre, según el indicador utilizado, así será el resultado. Un buen ejemplo (quizás de los más trabajados) en esta línea es el Euro Health Consumer Index. No podemos olvidar que muchas veces la selección de indicadores implica cerrar los ojos y dejar que se cuelen resultados elaborados con metodologías dispares, ya que encontrar datos homogéneos en todos los países es casi una utopía.
¿Y qué hay de lo nuestro? Pues España suele salir muy bien o bastante bien. En términos de salud parece que salimos de los mejores, pero en temas relacionados con el acceso, los derechos del paciente, etc. parece que tenemos un amplio margen de mejora. Y al final estas clasificaciones deberían servir para eso: para encontrar al mejor de la clase, y ver como podemos hacerlo mejor. Rasgarse las vestiduras no sirve para nada, y regodearnos en nuestro éxito para no tocar nada tampoco.