Hace unos años, en una jornada de gestión sanitaria, una persona del público preguntó a los gerentes que estaban en la mesa por la importancia de la salud comunitaria y de los determinantes de salud en la gestión sanitaria. La respuesta fue una mezcla de bufido de aburrimiento y de voz de superioridad intelectual por poner sobre la mesa algo que, para muchos, es cosa de cuatro iluminados. El resumen de la respuesta y el debate fue que eso eran tareas a largo plazo y que al gerente no le deberían importar mucho, siendo más importante la lista de espera, el presupuesto y las infraestructuras.
Lógicamente, todo es importante en el ámbito de la gestión y la planificación sanitaria, incluso la parte más burocrática. Pero si hablamos de salud y de resultados para la población, la salud comunitaria y el modelo de determinantes debería jugar un papel muy importantes. Y si recordamos la teoría, los determinantes sociales estarían los primeros en la lista, tanto los relacionados con las condiciones estructurales (vivienda, pobreza, desigualdad, etc) como los puramente sociales (relaciones, comunidad, apoyo social, etc). Precisamente de este tema hablamos en nuestra entrada “Ganchillo basado en la evidencia“.
Este mes de diciembre se publicaba en la revista Social Science and Medicine un artículo titulado “Social cure, what social cure? The propensity to underestimate the importance of social factors for health“. Su conclusión es muy clara: la población subestima la importancia de los determinantes sociales en su salud. Hay diversos motivos, pero curiosamente el artículo hace hincapié en un problema de tipo organizativo y profesional y es que las autoridades sanitarias, los profesionales y las campañas de información sanitaria suelen olvidar el valor de estos riesgos para la salud. Como dice Holt-Lunstad: “Physicians, health professionals, educators, and the public media take risk factors such as smoking, diet, and exercise seriously; the data presented here make a compelling case for social relationship factors to be added to that list“.
Los riesgos más conocidos siempre están presentes (tabaco, dieta, sedentarismo, etc.) y, pese a que el cambio de comportamiento es difícil, el ciudadano suele tenerlos en cuenta. De hecho, las campañas masivas de comunicación van en esa línea, así como las estrategias y los incentivos para la actuación profesional (principalmente en atención primaria). Pero la vertiente puramente social siempre se escapa, incluso en la mayor parte de las estrategias de crónicos, principalmente porque nadie habla de estos riesgos (hay excepciones claro)… Por un lado, la política sanitaria aún no la tiene en cuenta. Por otro, los profesionales (incluyendo a directivos, gestores y políticos) aún no creen mucho en la parte social de la salud, y siguen más centrados en el deslumbramiento cortoplacista de la tecnología o el medicamento innovador (muy necesarios, por supuesto) que en poner la semilla para que estos determinantes sociales sean parte del modelo sanitario dentro de 10 años.
Y por cierto, no pedimos que los directivos y gestores se centren principalmente en la parte social de la salud, pero si nos centramos solo en la parte asistencial, quizás estemos cometiendo un grave error. El mero hecho de entender y apoyar iniciativas como las presentadas en el reciente Congreso de activos para la salud de Granada, o de promover proyectos de coordinación entre servicios sociales y sanitarios serían un gran paso adelante, y de paso evitamos las reacciones que hemos comentado en el primer párrafo. para acabar, sobre prescripción social, podéis leer este post de Rafa Cofiño, esta breve publicación de King’s Fund, este artículo del BJGP, el informe More than medicine de NESTA o la información relativa a los Personal Health Budgets del NHS (Jordi Varela lo explica muy bien en su blog).