La formación online se lo ha comido todo. Desde hace unos años (y más en este extraño e intenso año 2020), los cursos virtuales han transformado la forma en la que aprendemos. Incluso las universidades más clásicas, centradas en la formación presencial, han tenido que adaptarse y cambiar su metodología. Pero hoy vamos a hablar de la formación continuada.
No olvidemos que en el entorno sanitario, los cursos (al igual que los pósters o las comunicaciones) tienen un impacto muy grande en el curriculum profesional de cara a bolsas, baremos, etc. Y eso hace que existan cientos (quizás miles) de empresas que se dedican exclusivamente a la formación dirigida a profesionales sanitarios, centradas en dos modalidades: cursos con la acreditación de la Comisión de Formación Continuada o cursos bajo el amparo de alguna universidad y con las clásicas denominaciones de “especialista”, “experto” o “máster”.
¿Y qué ocurre? Pues algo parecido a los churriposters que ya comentamos hace meses. Hay empresas y centros de formación que se lo toman muy en serio: material actualizado, seguimiento periódico de los alumnos, evaluación rigurosa para aprobar, nuevas herramientas docentes, trabajo en equipo, etc. Podríamos decir que en estos casos, la acreditación del curso es solo un trámite, y el desarrollo del curso, el contenido (material) y el aprendizaje del alumno son la parte esencial. Y todo esto ocurre con cursos presenciales y también virtuales.
Sin embargo, hay otras empresas y centros (no muchas, pero las hay) que no trabajan así, cuyo objetivo es maximizar el número de alumnos. Entonces, ¿existen los churricursos? ¿es posible encontrar cursos de 100 o 200 horas basados en una evaluación sencilla o casi inexistente?
Ayer hicimos una sencilla encuesta en Twitter y el resultado fue muy claro: el 83% de las personas dijeron que, en la mayoría de los cursos, la evaluación es un mero trámite. Y gracias a los tuits, pudimos encontrar foros en los que se pueden encontrar las respuestas a los exámenes de estos cursos, cursos acreditados de 200 horas que se realizan en una tarde o incluso entidades que utilizan este tipo de cursos como reclamo (del tipo “aquí puedes obtener puntos de forma fácil“).
La LOPS (Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias) define la formación continuada como “el proceso de enseñanza y aprendizaje activo y permanente (…) que está destinado a actualizar y mejorar los conocimientos, habilidades y actitudes de los profesionales sanitarios ante la evolución científica y tecnológica y las demandas y necesidades, tanto sociales como del propio sistema sanitario“. Todo muy idílico, pero cuando se une este proceso de aprendizaje con el modelo de acceso a puestos de trabajo basado en puntos (y la formación forma parte de los baremos), todo cambia. Dime cómo vas a puntuar, y así haré mi currículum…
Podríamos hablar de una falta de control por parte de las diferentes comunidades autónomas que acreditan un curso y no siempre auditan su ejecución (es difícil ejercer este tipo de control y que no se escape nada). También podríamos pensar en la falta de ética de algunas entidades y centros de formación que casi “regalan” los cursos, dejando de lado el compromiso con los profesionales, con el sistema y con la sociedad. Otro aspecto a tener en cuenta es el papel de los financiadores de cursos, habitualmente sindicatos, colegios y empresas farmacéuticas, que podrían exigir una evaluación seria y un seguimiento completo del curso para otorgar el diploma. Además, el sistema sanitario crea una especie de juego de trileros entre los profesionales al promover un modelo de puntos para acceder a puestos de trabajo que acaba generando una lucha por cada décima. Finalmente, los propios profesionales quizás deberían (deberíamos) ser consecuentes y rechazar todo “churricurso”, aunque la presión por obtener un puesto de trabajo (aunque sea temporal) no ayuda mucho.
Parece que las cosas tardarán en cambiar. Y mientras un curso de 100 horas marque la diferencia entre dos personas para acceder a un puesto de trabajo, se seguirán buscando cursos fáciles y asequibles para llenar el expediente y, por supuesto, habrá empresas que los ofrezcan. Al igual que los churriposters, los churricursos están aquí desde hace años. ¿Cuál es la solución? ¿Mayor control? ¿Que dejen de puntuar? ¿Nuevos modelos de evaluación del profesional? ¿Nuevos modelos de selección y contratación? Dado que todo está en equilibrio, y cada parte sigue en su zona de confort, no va a ser fácil dar la vuelta a la situación.
Suma y sigue, aunque todo esto también resta. Ah, por cierto, que conste que lo que hemos contado no ocurre en todos los casos, ya que hay entidades de formación que se lo toman muy en serio (tanto empresas como centros sanitarios y organismos públicos de formación). Ocurre lo mismo, con los profesionales, ya que hay muchos que huyen de estos cursos (incluso se quejan y exigen mejores materiales y una metodología más seria) y buscan otros en los que hay un material interesante y sea posible aprender de verdad.
Nota final: dado que es un tema complejo, se agradecen los comentarios, experiencias reales y críticas. Además, si hemos publicado algo incorrecto, lo cambiaremos de inmediato.
Efectivamente, es una cuestión muy compleja. Los churricursos están muy implantados, y lo que es peor, muy aceptados entre los profesionales como método de conseguir los puntos que necesitan para la bolsa.
Desde mi punto de vista, el problema no es sólo la falta de exigencia en la evaluación del alumnado, sino que en muchas ocasiones, no se esta respondiendo a las necesidades reales de formación de los profesionales, ni se mide el impacto que tiene la formación en la asistencia que prestamos a la ciudadanía.
Creo que la formación on line no va a contribuir a mejorar la situación. Y desde luego, no sé donde esta la solución, pero es posible que pase por eliminar los cursos cortos de los baremos de las bolsas de trabajo, aunque esa no debe ser una medida única. Lo dicho, difícil esta el patio.