Hoy vamos a hablar de cambio. Nooooooo, otra vez no… Pues sí, y es que después de decir tantas veces eso de que todo está en constante cambio, que si tenemos entornos VUCA y cuando todo gerente o jefe lo primero que hace es proponer un cambio… parece que cambiar es algo inherente al sistema sanitario.
1. Ten siempre en cuenta cómo se trabaja en primera línea (en la trinchera). Se lanzan muchos planes de mejora, muchas estrategias y muchos libros blancos sin saber qué ocurre en la segunda planta o en el sótano. Salir del despacho y escuchar es tan fácil y tan útil…
2. Las mejoras y cambios que funcionan suelen ser locales. Las estrategias genéricas no sirven para mucho. Copiar a los mejores sin adaptar a la cultura y la costumbre no sirve de mucho.
3. Errores, eventos adversos… Todo sirve para corregir un proceso o un protocolo o una forma de trabajar, pero no olvidemos que si hay un 10% de errores, existe un 90% de acierto. Y seguramente de ese 90% podremos extraer los factores que nos pueden ayudar a llegar la excelencia.
4. El cuarto principio es multifactorial. Después de analizar diversas iniciativas de éxito, el autor propone cuatro enseñanzas para ese camino hacia el cambio sostenible: desarrollar las iniciativas pequeñas que tengan éxito, usar los datos para mejorar las decisiones, el éxito necesita de la colaboración (el héroe solitario no funciona), el paciente debe estar siempre en el centro de cualquier cambio.
5. Humildad en los objetivos. En un entorno tan complejo como el sanitario, puede que las intervenciones más grandes fracasen y las pequeñas sean las que consigan mover esa palanca invisible que logre un cambio global.
6. Casi como resumen de todos estos principios: el cambio es impredecible, por lo que es esencial adaptarse al entorno y revisar constantemente la evolución de nuestra intervención.
Quizás el elemento que siempre olvidamos es que vemos el mundo sanitario desde un punto concreto (planta, unidad, centro) y las presiones y resistencias a nivel macro son tan grandes que se transforman en grandes losas de costumbre y de lentitud para el cambio ágil por parte de profesionales o unidades con ganas. La jerarquía y la falta de autonomía están generando organizaciones lentas, que no reaccionan ante nada y que sobreviven en un entorno aburrido y desmotivante. Y seguimos sin darnos cuenta.