¿Os acordáis de aquel juego en el que nos sentábamos uno al lado del otro y alguien decía algo al de al lado y este se lo repetía al de su lado para ver como iba cambiando el mensaje? Éramos niños y era divertido comprobar como el mensaje cambiaba e incluso llegaba a convertirse en algo totalmente diferente… Esta mañana me ha ocurrido algo similar con un problema que surgió en el hospital el fin de semana. Cuando he llegado, me han comentado (con gran enfado) que hubo un problema en ciertas cámaras frigoríficas y que habían estado 2 días estropeadas, con la consiguiente rotura de la cadena del frío. Para confirmar los hechos he hablado con el responsable de mantenimiento y me ha contado toda la historia: que el problema se detectaba en una revisión rutinaria de equipos críticos, que se resolvió en 2 horas y que no hubo problemas con ninguno de los productos que estaban en la cámara ya que se trasladaron a otras zonas frías. Algo no cuadra… ¿La gente busca echar las culpas a alguien? ¿Por que nadie confía en que las cosas, a veces, salen bien? ¿De que sirven los gritos y las malas caras cuando han pasado 48 horas? Yo sigo usando mi teoría: primero analiza; después resuelve; y finalmente, si hace falta, busca culpables o fallos. Es la única forma de trabajar bien.