Las apps siguen ahí, y seguimos más pendientes del último avance tecnológico que de elementos tan importantes como la utilidad, la seguridad o la efectividad. Las revistas más importantes publican interesantes reflexiones sobre la necesidad de un cambio a corto plazo, pero parece que la complejidad del sector, las modas o la libertad que rodea al mundo 2.0 son barreras muy difíciles de sortear.
Ya no es solamente la necesidad de evaluar las apps y su calidad (hay escalas validadas muy potentes, como la escala MARS), o de mejorar la interoperabilidad de sus datos y resultados para que la integración con la historia electrónica (si es necesaria) sea casi automática. La clave radica en conseguir que el usuario final sea capaz de distinguir las apps fiables o validadas de las que no lo son, y para ello los directorios de apps (como el NHS Apps Library) o proyectos como el de Fundación iSYS son un primer paso.
Pero hay que ir mucho más allá, ya que habitualmente este tipo de directorios o webs públicas no suelen ser muy consultadas antes de buscar y descargar una app sobre salud. El artículo citado al principio (publicado en JAMA en octubre de 2018) propone elaborar una especie de etiqueta con la puntuación de cada app para que Google Play o App Store las puedan incorporar. El ejemplo que incluyen es muy interesante:
A todo esto, hay que unir las típicas medidas para mejorar y garantizar el uso de apps fiables y seguras: llevar a cabo y difundir acciones de evaluación de apps, conocer la investigación realizada con dinero público sobre apps (ensayos, modelos, etc) y, siempre que sea posible, recordar aquello de la ciencia abierta. Un buen ejemplo es el Mobile Parkinson Disease Score, definido en un artículo publicado en JAMA Neurology y cuyo desarrollo informático se encuentra disponible para uso y descarga en Github.
Para acabar, suscribimos la afirmación de Xose Manuel Meijome publicada recientemente en su blog y de lectura recomendada: “no soy un tecnófobo, pero me entristece la aparente falta de visión crítica de algun@s y me enfada la descarada venta de #eHumo por parte de otros“. ¿Tienen claro los creadores o evaluadores de una app los riesgos reales respecto del uso de los datos personales? Llevamos unos cuantos años deslumbrados por las apps, y el tiempo pasa, y se hacen muy pocas cosas. Y después llegarán los lamentos…
Para acabar, suscribimos la afirmación de Xose Manuel Meijome publicada recientemente en su blog y de lectura recomendada: “no soy un tecnófobo, pero me entristece la aparente falta de visión crítica de algun@s y me enfada la descarada venta de #eHumo por parte de otros“. ¿Tienen claro los creadores o evaluadores de una app los riesgos reales respecto del uso de los datos personales? Llevamos unos cuantos años deslumbrados por las apps, y el tiempo pasa, y se hacen muy pocas cosas. Y después llegarán los lamentos…
Sigue sin aparecer el marcado CE en la evaluacion de las apps debido a que las referencias son de hospitales y sociedades de USA. El colegio de medicos de UK envio una circular en la que pedia a los profesionales que solo usaran apps con marcado CE.
El artículo citado está centrado en el mercado USA y para ellos la base es la FDA. El problema es que aquí pocos desarrolladores tiene como objetivo solicitar el marcado.
En teoría el año próximo entra en vigor el nuevo reglamento europeo de medical device, que bastantes apps deberian cumplir. Mirad: https://www.fundacionisys.org/es/blogs/formacion/399-la-app-como-producto-sanitario-mhealth-bcn-conference.
También habrá una BD de MD, como la de los medicamentos, para porfin poder confirmar la veracidad de claims publicitarios…
El procedimento es costoso, pero fija las reglas del juego. Los que decidan evitarlo deberan cumplir premisas tb.
Creo que estamos de bajada en el ciclo de gatner!