Este año se han publicado diversos artículos muy interesantes sobre el burnout. Se trata de un concepto que tiene repercusiones muy importantes tanto en el propio profesional como en los pacientes. Y si la humanización es una de las estrategias más comunes en estos años, la reducción del burnout en los profesionales debería ser uno de los objetivos esenciales de las organizaciones sanitarias y los jefes/mandos/directivos.
En 2018 se publicó en JAMA una revisión sistemática y metaanálisis sobre la relación entre burnout y seguridad del paciente, experiencia del paciente y profesionalismo, y los resultados son impactantes (aunque en esta revisión de 2019 se suavizan los resultados, aunque siguen siendo claros). Sin embargo, esta relación es solo un factor más para apoyar las medidas y planes de reducción del burnout, dado que promover el bienestar de los profesionales por si solo debería ser un objetivo claro en cualquier organización sanitaria (como ya comentamos en el blog hace unas semanas: “si quieres huevos, preocúpate de las gallinas“).
Otro factor que puede ayudar a conocer la magnitud del burnout es el económico. En este artículo publicado en Annals of Internal Medicine en 2019 se estableció que el coste medio del burnout entre los médicos estadounidenses es de 7600 dólares por médico y año. La evidencia lo deja claro: reducir el burnout para mejorar la salud del paciente, del propio profesional y la del sistema sanitario.
La propia National Academy of Medicine publicó en octubre un informe titulado “Taking Action Against Clinician Burnout: A Systems Approach to Professional Well-being” con un objetivo muy claro: encontrar soluciones al burnout pero no centradas en el individuo sino con un enfoque sistémico en las organizaciones sanitarias. El informe es extenso, con más de 300 páginas, y recoge una serie de recomendaciones que se pueden extrapolar perfectamente a nuestro entorno.
Además de las referidas al liderazgo, al entorno de trabajo y a las condiciones laborales, hay una recomendación que hemos comentado varias veces en el blog: la evaluación. Es esencial que de forma periódica se lleven a cabo en las organizaciones sanitarias encuestas de clima laboral, estudios psicosociales o cuestionarios de medición del burnout (como en este artículo) para así conocer el nivel de burnout y arbitrar soluciones concretas adaptadas a cada organización. Este tipo de encuestas suelen incorporar preguntas abiertas que ofrecen información muy valiosa para conocer los problemas de cada unidad o centro de trabajo. Además, las unidades de prevención de riesgos laborales y de salud laboral son esenciales para poner en marcha estas evaluaciones así como las medidas de mejora que se decidan.
Acabamos con una referencia a un reciente estudio cualitativo sobre el burnout en residentes de urología llevado a cabo en Europa y Estados Unidos. Este estudio se ha hecho viral al incluir una conclusión muy llamativa: los residentes que leen libros no relacionados con medicina tienen un menor riesgo de burnout.
Quizás sea el momento de pensar a nivel macro y empezar a replantearse si el actual modelo organizativo del sistema sanitario y ciertas normativas legales poco ágiles son factores asociados al burnout de los profesionales. El análisis centrado en cada individuo es esencial pero las medidas globales también ayudan, como cuentan en el informe de la NAM.