En 2010 se publicó en JAMA un comentario breve con el título “Societal Perceptions of Physicians. Knights, Knaves, or Pawns?” en el que los autores clasificaban a los médicos (podríamos decir que a todos los profesionales que trabajan en una organización sanitaria) en 3 grandes grupos: caballeros, rufianes o títeres.
Los caballeros siempre pensaban en la excelencia, están siempre formándose y ofrecen la mejor atención a los pacientes. Los rufianes son egoístas, piensan en su propio bienestar, y no suelen alinearse con la organización. Finalmente los títeres se comportan según las modas o las tendencias, dado que tienen criterio propio. En esta entrada de su blog El Gerente de Mediado, Sergio Minué lo analiza de forma muy acertada (de hecho, gracias a Sergio descubrimos esta clasificación).
Estas teorías hablan de la percepción social de los profesionales, pero ¿qué ocurre en casa? ¿Pensamos en nuestros compañeros como caballeros, rufianes o títeres?
Un estudio realizado con médicos residentes de la Comunidad de Madrid y publicado en Gaceta Sanitaria en 2017, analizó la percepción del impacto de la industria farmacéutica en la prescripción. Curiosamente, para los residentes la influencia en la prescripción evoluciona desde un 19,2% que opina que la promoción de la industria influye en su propio comportamiento, el 20,1% en la de su tutor, el 29,3% en la de sus compañeros residentes y el 47,6% en otros médicos del centro. Siguiendo la teoría que hemos comentado antes, “yo soy un caballero pero la mitad de los adjuntos son unos rufianes“. Un buen ejemplo del famoso “todos menos yo” o sesgo de autoservicio.
Pero debemos dar un paso más: ¿Cuál es la percepción directiva de los profesionales sanitarios? ¿Creen que los profesionales son rufianes, títeres o caballeros? Es difícil saberlo pero si analizamos los estilos directivos y las medidas que ponen en marcha, algo podemos llegar a imaginar.
Empecemos por la base: en toda organización hay personas en los 3 grupos, eso es así. La cuestión es saber si la percepción directiva se acerca al rufián o al caballero. En el primer caso, cuando un directivo cree que casi todos son rufianes, se suele establecer un liderazgo del tipo “command and control“, es decir: conseguir objetivos a base de objetivos numéricos de actividad que miden la actividad estilo capataz, control excesivo, presencialismo extremo y aprendizaje basado en el castigo. Y si hay dudas, la jerarquía manda, así que nada de rebeldes.
El otro estilo de liderazgo piensa más en la autonomía de los profesionales, en la confianza y en el compromiso. Lógicamente no es tonto y cuando detecta algún rufián, actúa en consecuencia pero siempre pensando en como reconducir la situación. Para este líder, no hay enemigos internos (o hay muy pocos).
Curiosamente, todavía se encuentran jefes, directivos o incluso políticos que piensan que los profesionales son (casi todos) rufianes y de hecho la desconfianza ciega es la base de su gestión. Los mitos clásicos del mundo sanitario no ayudan, pero esta forma de gestionar si bien puede conseguir resultados, acaba destrozando el talento y consigue una huida generalizada de profesionales (o un despido interior).