Algunas ideas sobre los incentivos para trabajar en zonas rurales



En España la diferenciación retributiva no tiene buena prensa. Pagar de forma diferente a profesionales con el mismo puesto de trabajo es algo complicado de explicar y de “vender”, pero es una realidad. Hay varios ejemplos de esta diferenciación, pero el principal es el pago de productividad: pagar según el desempeño de cada profesional. Pero además, pagar diferente puede servir de incentivo para otros menesteres.

¿Y por qué este debate hoy? Llevamos unos años hablando de la dificultad de cubrir determinados puestos de trabajo en zonas rurales y aunque se han puesto sobre la mesa propuestas (más o menos) interesantes, pocas se ponen en marcha. 

Si se hace una búsqueda en la hemeroteca, podemos ver que en los últimos años hay muchas intenciones y documentos que proponen ideas, medidas y cambios para incentivar que se pueda garantizar el servicio en numerosos centros alejados de las grandes urbes. Uno de los más comunes es que el trabajo en centros “de difícil cobertura” puntúe más en la bolsa de trabajo. Otro que se ha barajado es el pago de complementos, la posibilidad de elegir horario o incluso el acceso a contratos de mayor duración. Vamos a ver algunos ejemplos.

Aragón publicó en 2017 un plan operativo de incentivos que incluye las siguientes medidas: mayor valoración de estos puestos en OPE, traslados y bolsa; bolsas abiertas; permitir la mejora de empleo para interinos a partir de los dos años de desempeño del puesto (cambio a otra localidad); flexibilización de jornada de trabajo; incluir el desempeño de puestos de difícil cobertura en el pago de productividad…

Castilla y León aprobó en 2019 un decreto-ley que incluía determinadas medidas en una línea similar. La primera es económica, se trata del complemento de garantía asistencial (6000 euros/año para grupo A1, 3000 para A2, etc). Además, se incluyen medidas ya comentadas como la puntuación en bolsa, la flexibilización de horarios o la prioridad para estos centros en el acceso a cursos o proyectos de investigación.

Son varias las comunidades autónomas que tienen creado un complemento retributivo para este tipo de centros. Es el llamado grado de dispersión (cada comunidad le da un nombre diferente), un complemento que se añade al sueldo en base a la dispersión de los consultorios de un centro concreto (por ejemplo, en la Comunidad Valenciana para un médico de atención primaria, tener un G4 implica cobrar al año 3400 euros más que un médico con un complemento G1). Madrid, Galicia, Cataluña, Andalucía y otras comunidades tienen esta medida incorporada. 

Pero, ¿es suficiente con medidas de este tipo? Las retributivas llevan años en marcha y parece que no han sido muy efectivas (pocos profesionales eligen un puesto de trabajo por esa retribución adicional) y las relacionadas con las condiciones laborales no son todavía muy habituales y por ello son difíciles de evaluar. Quizás hay que echarle un poco de imaginación y mirar alrededor, a ver qué hacen en otros sitios. Por ejemplo, cuentan en este artículo (al que hemos llegado vía twitter gracias a Vicente Baos) que en Idaho ofrecen ayuda para buscar vivienda, ayuda para la familia (como guardería gratis para los niños), 10 semanas “sabáticas” al año, etc. 

Y volvemos al principio… Se recurre a medidas no evaluadas (de eficacia dudosa), no se evalúan las medidas ya aplicadas y no hay un marco legal adecuado para avanzar en este tema (aunque el Consejo Interterritorial está trabajando en ello). Aprender de lo que hacen en otros países es muy interesante pero mientras no se adapte la normativa actual del personal sanitario público va a ser muy difícil avanzar y mejorar en esta línea. Además hay que tener en cuenta todo lo que se ha escrito sobre el diseño de incentivos y el comportamiento humano.

3 comentarios

  1. Lo del cobro del G4 puede incentivar si el sanitario Mahoma va a la montaña de pacientes, pero como tengan que ser éstos quienes se desplacen, pues apaga y vámonos

  2. Sin lugar a dudas en el tema de los incentivos estamos muy atrasados y creo que totalmente desconectados de la realidad en lo referente a las prioridades de los médicos, sobretodo de las nuevas generaciones de médicos que son las que ahora van a marcar las tendencias de lo que más valoran.
    No es nuevo que el incentivo económico es el más valorado por los trabajadores en principio, pero sólo hasta llegar a un determinado nivel económico. Cuando los sueldos de los trabajadores ya llegan a un determinado nivel, éste incentivo pierde valor y el trabajador prefiere otras formas de compensar su esfuerzo laboral (tiempo libre posiblemente sea ahora lo más demandado).
    Por otra parte, las nuevas generaciones de médicos, está claro que no tienen los mismos intereses ni personales ni profesionales que las anteriores, cada vez es más difícil conseguir modificaciones o ampliaciones de jornada a cambio de retribución económica y se piden con mucha mayor frecuencia los días libres para compensar.
    Creo que esta nueva variable es fundamental que entre en valoración cuando se plantean problemas como el que estamos comentando. Y desde luego es iluso pensar que actualmente, el problema, se puede solucionar sólo con dinero. En éste como en otros muchos problemas, el dinero no es el bien más escaso.
    Y el que siga pensando que todo se arregla con las formulas de hace 10 ó 20 años, creo que se equivoca. Ensayar nuevas formas de incentivos resulta imprescindible en el escenario en el que ahora mismo estamos trabajando.

  3. Hay un factor que no se tiene en cuenta: la feminización imparable de la Medicina. En los años 80, cuando yo estudié, en Sevilla éramos mitad y mitad, creo, hombres y mujeres. Cuando hice el MIR de familia en 1999, 2/3 eran mujeres. A mí me mandaron a trabajar en el 1996 a pueblos lejísimos, a 2 h de Sevilla, por carreteras malas, alquilé pensiones o habitaciones, con poco dinero, pues recién terminado no puedes, y te cargan de guardias, y no protestes, te tienes que aguantar.
    Ahora, muchas compañeras rechazan esos contratos, no aceptan ser esclavas, no aceptan pasar meses dando vueltas como un nómada, con media casa en el coche. Tienen un concepto de la familia más avanzado, rechazan contratos que las alejan de sus hijos, de su familia. Exigen un trato digno, que nosotros antes ni nos atrevíamos a protestar. Y los gestores alucinan, piensan que tratan con máquinas de diagnosticar y recetar

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