¿Verdad o mentira?

En una sociedad como la actual, la mentira ha servido como herramienta de marketing para muchos. Productos milagrosos que prometen curar todo, negocios con los que hacerse millonario, o incluso políticos que nos han vendido su inocencia mientras pactaban con el diablo. Con tanta mentira a nuestro alrededor, la verdad se ha convertido en un milagro, o mejor aún, en un terreno poco explorado.

Hace unos días, en un debate sobre la posverdad (sí, esa palabreja que hemos copiado del inglés, y que se refiere a la distorsión deliberada de la realidad), se comentó precisamente el papel de la verdad en las redes sociales. En un terreno como el de la salud, tan influenciado por la evidencia y por los datos, las cosas han ido cambiando poco a poco. las emociones y las conversaciones tienen cada vez más impacto que un dato o un estudio. Y así, entre una gran revisión sistemática y un vídeo en youtube, la balanza tiene claro hacia que lado inclinarse cuando hablamos de difusión y de influencia. Y es que la emoción está ganando mucho terreno a la verdad basada en datos.

Sin embargo, no nos podemos dejar engañar: la verdad absoluta no existe. Cada vez quedan menos verdades universales, y menos en las redes sociales. Además la evidencia cambia de forma periódica. De hecho, cualquier verdad no es más que una opinión mayoritaria en cada momento: diez o veinte expertos que se decantan por una de las mil interpretaciones de cualquier realidad. Los sofistas ya decían hace unos cuantos años que no existen verdades, sino opiniones. ¿Es realmente la verdad una opinión? Si miramos el mundo sanitario, con tanta evidencia contradictoria, con casos como el de la reciente guía sobre hipertensión arterial elaborada por la Asociación Americana del Corazón que ha sido rechazada por el colegio estadounidense de médicos de familia, solo pone de manifiesto que algo pasa con la verdad en este entorno.

Y de repente llegan las redes, con múltiples fuentes de información, con mensajes y herramientas que se centran más en la parte emocional que en la científica, que buscan colarse en nuestra cabeza, con personas que aprovechan su potencia para disparar certeramente su mensaje y aprovecharse de nuestra debilidad. Tal y como decía Salmon, hemos pasado de la opinión pública a la emoción pública. Pero, ¿por qué es tan fácil colar mentiras en el mundo real? ¿Y por qué muchas de esas mentiras son asumidas como verdades? Y como colofón, resulta que según una reciente investigación: las mentiras se difunden más rápido en las redes que las verdades. 

Los motivos para mentir y para aceptar esas mentiras como reales son muy diversos. A veces juega un papel muy importante el sesgo de confirmación, esto es, encontrar una mentira que coincida con nuestra forma de pensar. Otras veces tenemos los clásicos motivos políticos o deportivos: mi partido político o mi equipo siempre lo hacen bien, por lo tanto los defenderé con o sin datos que avalen mi opinión. En relación con la salud es muy llamativa la difusión de bulos, caracterizados por algunos elementos que facilitan su difusión: son sencillos (las verdades en el mundo sanitario suelen ser complejas y con un lenguaje muy muy técnico), apelan a las emociones y a la vivencia de la fuente (el autor del bulo) y suelen apelar a la debilidad o a la lucha contra el poder de las grandes corporaciones o del Estado. Y por supuesto muchos bulos incluyen productos milagrosos, tratamientos mágicos y soluciones casi divinas para problemas de todo tipo. Por eso, toda iniciativa dirigida a aclarar noticias, desmontar mitos y evitar los bulos es necesaria, y casi una obligación para sociedades científicas y colegios.

Separar la verdad de la mentira es una de las grandes obsesiones del ser humano desde siempre, y precisamente en ese juego entre las expectativas, las creencias y el poder siempre ha sido muy difícil encontrar un punto medio en el que se puedan establecer de forma clara las verdades de la salud. Los intereses no ayudan precisamente, y en este mundo hay mucha gente con intereses muy poderosos. Aunque claro, ¿para qué queremos la verdad? ¿ayuda la verdad a cambiar el comportamiento de las personas? Los beneficios del ejercicio físico son conocidos por todo el mundo y aún así… Lo mismo con el tabaco. Las mentiras no ayudan, pero la verdad tampoco es la solución a todos los problemas. Quizás lo que hace falta es algo más de ética y responsabilidad. Solo quizás…

Artículo publicado en “Nuestra enfermería fanzine” del mes de abril de 2018. 

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