La ética de los incentivos para cambiar

Más madera sobre los incentivos, pero en este caso dirigidos a pacientes y ciudadanos. Ya hablamos del tema por aquí en dos ocasiones, en 2011 y en 2013, pero conviene dar una nueva vuelta de tuerca a un aspecto de la promoción de la salud tan delicado como novedoso. Que el dinero nos hace cambiar no es algo nuevo, pero para la salud los cambios que interesan deben ser a largo plazo y además la persona debe creer en ese cambio. A estas dos necesidades se une el clásico dilema: ¿debe el sistema sanitario pagar a una persona por dejar de fumar? ¿es ético? ¿es legal?


La efectividad de este tipo de medidas cada vez están más claras, si bien hay depende mucho de su diseño. En la tesis titulada “The impact of patient financial incentives to promote blood donation and compliance with health care“, publicada por la London School of Economics and Political Science, presentan varios ejemplos. Uno de ellos se centra en la prueba de la chlamydia y se realizó con 1060 estudiantes. Se pusieron mesas informativas en varias universidades y se midió la tasa de pruebas realizadas frente al total de personas que recibieron la información.

Hubo varios grupos: uno de ellos recibía la información sin más, a otros se les decía que si devolvían el test (una muestra de orina) recibirían un vale de 5 libras, a un tercer grupo se le informó que si devolvían el test participarían en un sorteo de un vale de 200 libras. Los vales eran para gastar en las tiendas HMV. Los resultados fueron muy claros: los grupos con incentivos devolvieron en mayor proporción el test, pero además el grupo con el vale de 5 libras lo hizo mucho más que los estudiantes a los que se les ofreció el sorteo.

Y por si alguien tiene alguna duda al respecto, PLOS Medicine publicó en 2014 una revisión sistemática con el título “The Effectiveness of Financial Incentives for Health Behaviour Change: Systematic Review and Meta-Analysis” con una conclusión tajante y controvertida: The available evidence suggests that financial incentive interventions are more effective than usual care or no intervention for encouraging healthy behaviour change“. Aunque claro, al final todo depende de como se lleven a cabo las intervenciones, cuando, público objetivo, etc. Sin embargo, siempre viene bien debatir sobre este tipo de proyectos e ideas.


Lógicamente, cuando se paga para cambiar, se pierde la motivación intrínseca y eso hace que estemos en un terreno ético algo pantanoso, tanto para la autoridad sanitaria como para el propio ciudadano. En este número de Eurohealth Observer se apuntan algunas ideas muy interesantes sobre aspectos como el nudging, el uso de incentivos y la solidaridad. Incluso el NICE recomendó el uso de incentivos financieros en el caso de intervenciones para reducir el consumo de drogas. Incluso hay iniciativas de cambio dirigidas a la pérdida de peso que usan los juegos (serious games) y refuerzan sus resultados con incentivos financieros, una ruta poco explorada pero muy interesante.


Margaret McCartney, con su afilada y acertada pluma, escribe una columna de opinión en el BMJ de hace pocos días poniendo el dedo en la llaga: ¿funcionan mejor este tipo de incentivos en el caso de personas con pocos recursos? Como dice ella: “Does this mean that incentives work only because of inequality—because people are poor?” Cuando hablamos de dinero, el efecto no es el mismo y las desigualdades sociales generan un abismo en cuanto al funcionamiento de este tipo de incentivos. 


Acabamos con esta presentación de Scott Halpern, del Centro de Bioética de la Universidad de Pennsylvania.


Nota: la foto es de S. Demmer bajo licencia Creative Commons (vía 500px)

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