4 puntos de inflexión

Leemos en la web No Solo Ayuntamientos un post titulado “10 puntos débiles de la Administración pública española que nos están perjudicando en esta crisis” en el que se enumeran hasta 10 características de nuestro sector público con grandes oportunidades de mejora. Hay algunos puntos que nos han llamado mucho la atención, principalmente porque aplican al 100% al entorno sanitario.

Transparencia. Pese a que lleva unos años siendo la protagonista de foros, encuentros, reflexiones y de muchas políticas públicas, la transparencia da miedo. Miedo a que los datos se tergiversen, miedo a la reutilización, o incluso miedo a que se vean las costuras y los errores del sistema. Pero, precisamente, esas son las fortalezas de la transparencia. Por ejemplo, las fake news son mucho menos virales si es fácil contrastar la información. Además, facilitando la reutilización (datos abiertos y no PDF eternos) es posible que la información llegue de mil formas gracias a personas o empresas que generan aplicaciones o visualizaciones con los datos oficiales.

En el ámbito de la epidemiología y de COVID-19, es muy difícil coordinar la recepción de datos de las comunidades autónomas y ofrecer información fiables y homogénea a diario. Existe una normativa ministerial sobre la información a suministrar, pero la incertidumbre, las necesidades cambiantes y la presión social y mediática no ayudan mucho a conseguir que dicha información sea uniforme.

Organización. Tantos años hablando de la necesidad de cambiar las organizaciones, de romper los chiringuitos y de coordinar (de verdad) los diferentes niveles asistenciales, y de repente llega una pandemia y lo consigue. Quizás toda esta transformación sea sencillamente una adaptación coyuntural, y posteriormente los resortes y engranajes funcionen de forma natural para que todo vuelva a su sitio, pero puede que sea el momento para replantearse si queremos seguir como hasta ahora. Prioridades hay muchas, pero la coordinación sociosanitaria, el papel de la atención primaria y el uso eficiente de la tecnología son quizás tres de las más importantes.

Compras públicas. El modelo público de compra está ahí, y de nuevo ha vuelto a tropezar en sus defectos: lento, poco adaptativo y que solo responde a estas situaciones yendo a excepciones como la tramitación de emergencia. Todos sabemos que se trata de una normativa muy centrada en la seguridad jurídica y en la objetividad de las decisiones, pero es necesario añadir principios como la eficiencia y la efectividad, y que la normativa de contratación pública, más que una losa, sea parte del motor.

Y uniendo esto a la transparencia, ojalá llegue un portal centralizado de datos de contratación que permita reutilizar la información, que permita comparar precios y que maximice la utilidad de los datos que se recopilan. De esta forma, se facilitaría el uso de dicha información por parte de cualquier administración y organización pública.

Personas. La cuarta meta son los profesionales. Y no podemos olvidarlo nunca: ni recortes salariales, ni “sacrificios económicos”, ni aprovecharse de la gente (sobre todo de los más “débiles”, es decir, de eventuales o sustitutos) y, sobre todo, nada de buscar el ahorro buscando soluciones imaginativas para la compensación de horas extras, guardias adicionales, etc. Cuidar al profesional debería ser la base de todo, además cuidando al profesional cuidamos al paciente, que es nuestra razón de ser.

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